sábado, 11 de agosto de 2007

Esa delgada linea...

El mundo en el que vivimos tiene reglas y códigos ya establecidos que ordenan la forma en que nos movemos en el. Dicen qué esta bien y qué esta mal. Qué se puede y qué no se puede hacer. En fin, son limites. No es algo malo, las cosas que no tienen limites no son mensurables. Es decir, no puedo saber cuanto hay de algo que es infinito. No puede saber cuanto avancé en un camino que nunca termina y que tampoco tiene un comienzo.

La cosa es que, como suele suceder, hay personas que se rigen por esas reglas y viven en armonía con el mundo. Y hay otras que no. De estas ultimas; están las que viven temerosas de estos códigos, los siguen porque el mundo los dicta, porque sino serian "mal vistos", "malas personas" frente a los otros. Por eso viven en continuo conflicto, refrenando sus impulsos y sufriendo en cada paso. Si rompen las reglas, porque se sienten culpables. Y si las siguen, porque se traicionan a si mismos.

Pero hay otro tipo de personas, que no siguen las reglas, no siempre al menos. Y no sienten ningún tipo de culpa al respecto. Si sus acciones están por fuera de la ley, no es algo que realmente les preocupe. Solo son fieles a sus sentimientos, a lo que piensan que es correcto, a sus afectos y a una lógica muy compleja que se desarrolla en varios niveles. Son fieles a si mismos.
Por supuesto que eso les sale caro. Nada es gratis en esta vida, dice mi madre. Y cuanta razón que tiene.
Hacer lo que uno quiere cuesta, cuesta libertad, cuesta opiniones, cuesta reclamos. El mundo va a tratar de imponer sus reglas y vos trata de liberarte de ellas. Tratas de elegir. El acto mas representativo de la libertad. Elegir si las seguís o no. Y vivir con las consecuencias de esa elección, claro esta.

Yo creo que el error de muchos es pensar que estas reglas, estos limites son intraspasables. La naturaleza humana nos dice que en cuanto hay un limite, el hombre necesita cruzarlo.
Generalmente acotamos el espacio, para hacerlo habitable. Sin embargo en cuanto hacemos eso, necesitamos salir, una ventana o algo que nos muestre que podemos ir mas allá, afuera de esos muros.

Los códigos, para mi, solo marcan un punto en la inmensidad de la vida. Una marca, que ayuda a mensurar (de forma muy relativa) lo infinito de vivir.

Esta en nosotros elegir de que lado caminamos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Generalmente acotamos el espacio, para hacerlo habitable. Sin embargo en cuanto hacemos eso, necesitamos salir, una ventana o algo que nos muestre que podemos ir mas allá, afuera de esos muros."

Como verdad arquitectónica puede ser buena. Como explicación de la naturaleza humana... no sé. Creo que nunca acotamos verdaderamente el espacio, y es ese justamente el problema que planteás. No hay a donde salir porque no hay donde entrar tampoco.

Arendt dice que "nadie tiene derecho a obedecer" y creo que tiene mucha razón. Quien se escuda en que las cosas simplemente se le ordenan de esa manera, en realidad está liberando su conciencia del peso que significa la incorporación de esas reglas en nuestros hábitos. Pero al seguir una regla, (quizá un poco como pretende Sartre) la estamos defendiendo como una verdad frente a los demás.

Y de eso hay que hacerse cargo.
Así que si bien uno puede decir que está dividido, no creo que exista algo como "traicionarse a sí mismo". En elegir seguir todas las reglas que el mundo te impone estás siendo tan libre como en elegir no seguir ninguna.

Y eso es lo angustiante.